Recientemente el New York Times dio la noticia de que el gobierno de México ha espiado a periodistas y activistas a través de sus teléfonos celulares. El gobierno y el presidente ya han desmentido la afirmación con argumentos tan infantiles como poco convincentes. ¿Lo dudan ustedes? ¿Tiene alguna credibilidad todavía el gobierno de Peña Nieto?
Pero dejando a un lado nuestro patético gobierno, la triste realidad es que ellos no son los únicos espías de nuestra vida privada. El gobierno de Estados Unidos también lo hace constantemente, incluyendo al ahora santificado Obama. ¿Y cómo olvidar nuestras amigas las corporaciones? No solo observan nuestra información, hoy en día son dueñas de ella.
Piensen: entre las redes sociales, correo electrónico y almacenamiento en la “nube”, ponemos en manos desconocidas casi toda nuestra vida digital. ¿Creen ustedes que las corporaciones resisten la tentación de aprovecharse de tan suculento botín? Una y otra vez tenemos evidencia de que no es así.
Recuerden la entrevista con Mark Zuckerberg, donde le preguntaron sobre la privacidad de los usuarios y se puso a sudar descontroladamente, y cuando se quitó su chaqueta, se descubrió un revelador símbolo en su interior.
Edward Snowden, un exempleado de la CIA, robó información que reveló que el gobierno de Estados Unidos está aliado con las corporaciones más grandes para espiar a los ciudadanos. El argumento es la seguridad nacional y un imaginario bien ulterior. Es decir, el fin justifica los medios.
Lo que todo mundo parece olvidar es que la privacidad es un derecho humano. El artículo 12 de los derechos humanos afirma: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
Citar los derechos humanos en un país con miles de ejecutados, torturados y desaparecidos parece una utopía, pero las utopías existen por algo. Muchos derechos están estrechamente relacionados. Este espionaje del gobierno mexicano a los periodistas, ¿tendrá que ver algo con desapariciones y ejecuciones? Difícil saberlo, pero la sospecha es grande. Ignorar el derecho a la privacidad como un derecho “menor” es arriesgarnos a perder (o nunca conseguir) los demás.
Afirmo esto por la increíble indiferencia que existe en la mayoría de la población ante el ser espiados. No les importa, creen que los únicos que se preocupan por ello son paranoicos. “No tengo nada que ocultar”, dicen. “¿Y por qué te crees tan importante que te van a espiar a ti?”, afirman otros.
Siempre respondo lo mismo: Si un día llegaras a tu casa, y encontraras en las esquinas unas webcams que no sabes quién puso ni cuál es su función, ¿cuál sería tu reacción? ¿Dirías que no tienes nada que ocultar y seguirías como si nada? Increíblemente muchos actúan así. Les es totalmente indiferente.
Y no creo que no les importe en verdad, más bien ni siquiera saben a lo que se exponen o lo que hace el gobierno con la información. Les propongo un reto: Publiquen todas sus conversaciones de Facebook. Háganlas públicas, que todos podamos leerlas. ¿Tienen algo que ocultar? ¿Son terroristas o narcotraficantes? ¿Entonces qué ocultas?
Internet ha cambiado para mal. Si en los noventa se veía como la gran promesa que traería, al fin, la democratización de la información, en nuestra década se ha convertido en un grillete. Es un medio sumamente efectivo para controlar a la gente. Antes era descentralizado, cualquiera podía montar su propio servidor y levantar la voz, de la misma forma que las corporaciones, universidades, gobiernos y otros ciudadanos de la red. Hoy no, las cosas se han centralizado. Facebook, Google y Apple dominan casi todo. Es muy complicado ganar la batalla contra las grandes corporaciones, y si pareces un buen contendiente eres cooptado muy rápido.
Por supuesto, hay alternativas. Sin embargo, la gente está tan acostumbrado a lo fácil que intercambian conveniencia por privacidad. La encripción es difícil. Usar la deep web es también complicado e impráctico todavía. La seguridad cuesta, requiere conocimiento, y la gente prefiere no alfabetizarse.
La negra visión de Orwell para 1984 se está volviendo realidad cada vez más, y llega a niveles insospechados para el autor. Somos espiados gustosamente y a nadie le importa. “Que vean lo que quieran”, dicen muchos. Hace unos cuantos años, las cosas no eran así. Ahora, es la norma, especialmente para los jóvenes.
Para la gente que no sabe mucho de tecnología, le suena muy disparatado cuando les digo que cualquiera puede ver su Webcam aunque la computadora esté apagada. O que pueden ponerse a escuchar el micrófono de su celular a voluntad. Simple y sencillamente no me lo creen, creen que estoy a punto de ponerme un sombrero de papel aluminio e irme a la calle a decir que el fin está cerca. Pero la evidencia es contundente y abrumadora.
Peña Nieto dijo que no debemos dejarnos convencer. El bondadoso e inocente gobierno de México nunca haría algo así a sus ciudadanos, ¿cómo creen? Que incluso él se siente espiado, pero no le da importancia, que escuchen lo que quieran. Esto último es verdad, seguramente es espiado por la CIA o la NSA, no me queda la menor duda. Pero cuando el mismo espía cree que no importa que lo espíen, tenemos un gran problema.
Creo que todos nos hemos vuelto paranoicos, nos sentimos espiados y observados todo el tiempo, pero esta sociedad torcida ha logrado convencer a muchos de que les guste.